El Proceso del Crecimiento Espiritual

EL PROCESO DEL
CRECIMIENTO ESPIRITUAL
No hay veredas
cortas hacia un testimonio.
(Marión G. Romney.)
No hay nada que se imite o falsifique más a menudo que la espiritualidad. El mundo ofrece una variedad ilimitada de vulgaridades con el nombre de religión, que van desde la piedad disfrazada hasta la burda obscenidad. La mentira se disfraza de verdad y la hipocresía se viste como sinceridad tan a menudo que hasta los entendidos pueden confundirse.
Mostrando su propia inmadurez espiritual, algunos de los primeros miembros de la Iglesia acusaron a José Smith de carecer de humildad. Les contestó que él era "manso y humilde de corazón", y que lo ejemplificaría personificando a Cristo por un momento. Entonces gritó en alta voz: "¡Ay de vosotros, doctores; ay de vosotros, escribas, fariseos e hipócritas!" Luego les hizo ver a sus críticos que nunca encontrarían un lugar donde lo hubieran alojado y donde él hubiera criticado la comida, o se hubiera quejado del hospedaje que le hubieran ofrecido, e indicó que eso era lo que significaba la mansedumbre y humildad de Jesús. (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 331.)
En otra ocasión, un par de hombres devotos, miembros del clero, interrogaron extensamente al Profeta, con la esperanza de encontrarle alguna falta. Cuando salieron de la casa para irse, José trazó con su zapato una raya en el suelo, e invitó a sus visitantes a colocarse sobre la raya y brincar y ver si podían ganarle. Se enojaron , asombrados de que alguien que profesaba ser un hombre de Dios les propusiera tal actividad en el día de reposo. Al preguntársele al Profeta por qué lo había hecho, respondió que ellos habían venido para buscar alguna falta en él, y no quería ver que se fueran decepcionados. (Andrus, Joseph Smith, the Man and the Seer, p. 111.)
Los afanes de tales personas por evaluar la verdadera espiritualidad regularmente fracasan, igual que su intento de imitarla. Para algunos, la espiritualidad es una lista sagrada de lo que se debe o no se deba hacer. Para otros, es un desfile religioso. Muchos se conforman con darle nuevo título espiritual a lo que hacían antes. Y para otros más, es asistir con regularidad a determinados servicios religiosos, u obedecer algún otro mandamiento. Algunos miden la espiritualidad por el celo con que expresan ciertos dogmas y ataques implacables contra las creencias de los demás. Para otros, la espiritualidad tiene la forma de masoquismo o autonegación; y están aquellos que la usan para esconderse de las realidades de la vida. Pero dejando de lado todo eso, veamos si usando las Escrituras podemos trazar un retrato hablado que pueda dejar en nuestra mente una impresión adecuada de qué es la verdadera espiritualidad y cómo se obtiene.
Isaías declaró que "el efecto de la justicia será paz; y la labor de la justicia, reposo y seguridad para siempre". (Isaías 32:17.) Tal como se espera que las buenas obras se hagan en secreto, las recompensas espirituales que resulten llegarán discretamente. Dios no es un actor, y los alardes ostentosos alejan rápidamente su Espíritu. El comportamiento ruidoso e indecoroso contrasta dramáticamente con el reposo y seguridad que Isaías indicó que sería característica de aquellos cuyas vidas habían sido tocadas por el Espíritu.
Uno de los más impresionantes pasajes que se refieren al proceso de obtener entendimiento espiritual, se encuentra en Doctrina y Convenios 98:12, que dice: "Porque El dará a los fieles línea
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sobre línea, precepto tras precepto..." Y el Señor añade: "...y en esto os juzgaré y probaré." Este pasaje da a entender que el conocimiento de las cosas espirituales está limitado a los fieles, e indica que se requiere un proceso —que indudablemente abarca un período de tiempo considerable— y sugiere que este proceso didáctico del Señor será en sí mismo una prueba de fe. La fe, como cualquier otro talento espiritual, se desarrolla gradualmente y se fortalece con el uso. En un capítulo posterior estudiaremos con más detalle la manera en que se concede la revelación; pero ahora podemos mencionar que el Señor ha dicho que en el sistema por el que se manifiesta su voluntad, se da "línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí". (2 Nefi 28:30.) Quienes muestran interés y son obedientes a este proceso, son recompensados con mayores donos espirituales, mientras que aquellos que afirman estar satisfechos con su estado presente —y no desean seguir adelante— pierden la luz y conocimiento que una vez tuvieron. En ambos casos el proceso es gradual y callado.
Además, el Señor ha dicho que aquellos que vivan los principios del evangelio "aprenderán sabiduría; pues a quien reciba, le daré más; y a los que digan: Tenemos bastante, les será quitado aun lo que tuvieren". (2 Nefi 28:30.) En ello podemos distinguir dos conceptos: primero, que la llave del conocimiento es el conocimiento. Es decir, el obtener conocimiento aumenta nuestra capacidad para obtener todavía más conocimiento. Regularmente aprendemos al relacionar unas cosas con otras, identificando sus semejanzas o diferencias; por tanto, el aumento de conocimiento es como un círculo que se extiende constantemente.
Segundo, al llegar al punto en que decimos: "Tenemos bastante", empezamos a perder conocimiento. Por ejemplo, el Presidente Harold B. Lee dijo que George Washington fue un hombre educado porque nunca fue a la escuela, y por lo tanto, nunca dejó de aprender. A nivel espiritual, cualquier religión que diga que los cielos están sellados y que el Señor ya no habla con el hombre, comienza, como el alumno que cierra sus libros durante las vacaciones, a olvidar o perder lo que ya tenía. En el sentido espiritual, los ricos se vuelven más ricos, y los pobres se vuelven más pobres.
La fe nace de la rectitud. El Espíritu Santo sólo se allegará a los que son limpios. En la medida que nos santificamos, comenzamos a recibir los poderes e influencias que se han reservado para los puros de corazón. "Pero ningún hombre posee todas las cosas, a menos que sea purificado y limpiado de todo pecado. Y si sois purificados y limpiados de todo pecado, pediréis cuanto quisiereis en el nombre de Jesús y se cumplirá." (D. y C. 50:28, 29.) El Señor ha dicho que sus ojos están sobre nosotros, y que El está en medio de nosotros, aunque no lo podemos ver, "pero pronto vendrá el día en que me veréis, y sabréis que yo soy; porque el velo de tinieblas en breve será rasgado, y el que no esté purificado no soportará el día". (D. y C. 38:8.)
En nuestro crecimiento espiritual, lo más importante es la higiene espiritual. "Deja que la virtud engalane tus pensamientos incesantemente", escribió el Profeta, "...entonces tu confianza se hará fuerte en la presencia de Dios", y el Espíritu Santo se convertirá en nuestro "compañero constante". (D. y C. 121:45, 46.)
Si nuestra fe es diferente a la del mundo, nuestras obras lo serán también. Puesto que las obras se originan en la fe, si nuestras obras son buenas, nuestra fe es buena. La afirmación de que tenemos fe como los antiguos, solamente se justifica si produce los mismos resultados. Si ellos tuvieron sueños, nosotros podemos tenerlos; si vieron visiones, nosotros podemos verlas; si ellos recibieron visitas de ángeles, podemos recibirlas; si ellos tuvieron profetas vivientes y revelación, también nosotros podemos tenerlos. Si la fe los convirtió en un pueblo peculiar, de igual manera nosotros podemos llegar a serlo.
La fe es la raíz de las obras Un sistema religioso que no produce obras de justicia es como un árbol cuyas raíces se secaron; fácil de desarraigar por cualquier viento de doctrina o tormenta ideológica que caiga sobre él. Por eso las Escrituras nos enseñan que podemos conocer el evangelio sólo al grado que lo vivamos. La salvación consiste en llegar a ser como Dios; lo lograremos al aprender a pensar como El piensa, creer lo que El cree, y hacer lo que El haría. (Bruce R. McConkie,
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CR, abril de 1972, p. 134.)
Habiendo ya considerado el modo en que Cristo avanzó de gracia en gracia, veamos ahora lo que esa doctrina significa en lo que al hombre concierne. Tres veces en el mismo párrafo se nos dice que Cristo no recibió "de la plenitud al principio", sino que recibió la plenitud avanzando "de gracia en gracia". (D. y C. 93:12-14.) A continuación, la revelación nos explica que se nos enseña el proceso por el cual Cristo logró la perfección para que podamos comprender cómo y qué adorar, para que en el debido tiempo nosotros también podamos recibir de la plenitud del Padre. Entonces, la salvación consiste en que avancemos según la manera en que Cristo avanzó. Su salvación no consistió en alguna manifestación de poder divino, ni se centró en algún otro evento en particular. El labró su salvación "con temor y temblor" a lo largo del tiempo, haciendo las obras del Padre, tal como a nosotros se nos ha mandado hacerlo.
Cristo nos mostró el camino, la senda que debemos tomar. Debemos, como El, saber la voluntad del Padre y hacerla, yendo de gracia en gracia, de las buenas obras a obras mayores, de los desafíos a desafíos mayores, del servicio a un servicio mayor, de la esperanza a la fe, de la fe al poder, siendo como El en todas las cosas. La adoración verdadera debe tener la forma de obras. Y así llegamos a ser, en las palabras de Pedro, "participantes de la naturaleza divina" (2 Pedro 1:4), o, en las de José Smíth, " asimilados a su semejanza" (.Discursos Sobre la Fe 7:16 p. 82.)
El testimonio, la fuerza espiritual, la salvación misma, son el producto de las cosas que hacemos, y no de alguna experiencia especial que nos asegure que seremos salvos, como el mundo suele decirnos.
Dios, en su sabiduría, nos otorga sólo aquello que estamos preparados para recibir. No tendría caso que bajaran ángeles de las cortes celestiales para predicar y enseñar en nuestras reuniones, si hablaran un lenguaje celestial o enseñaran principios que no comprendiéramos. Si un ángel va a comunicarse en forma efectiva con un hombre, debe hablar en el lenguaje del hombre, y según su entendimiento. Cualquier otra forma de comunicación sería estéril. La revelación, si ha de ser de provecho, no puede traspasar lo que estamos preparados para recibir. Si nuestra preparación y entendimiento son minúsculos, las revelaciones que recibiremos serán minúsculas. No podemos esperar que el Señor nos diga más sobre cosas que no hemos obedecido. "¿A quién se enseñará ciencia, o a quién se hará entender doctrina?", dice la Escritura. Y se nos contesta: "A los destetados; a los arrancados de los pechos. Porque se dará mandamiento tras mandamiento, mandato sobre mandato, renglón tras renglón, línea sobre línea, un poquito allí, otro poquito a!lá..." (Isaías 28:9, 10.)"'
El crecimiento espiritual no se puede programar. No puede el hombre ponerle horarios o fijarle fechas al Espíritu. El Señor ha puesto en claro que las bendiciones espirituales se dan "en su propio tiempo y en su propia manera, y de acuerdo con su propia voluntad." (D. y C. 88:68.) El Señor nos ha asegurado que si pedimos, recibiremos Dero que las bendiciones prometidas llegarán según el
1 Nota del Traductor: En la versión inspirada de la Biblia, en la que ambos versículos forman un pensamiento continuo, la idea es que doctrina fuerte se puede enseñar sólo a los que están preparados, a los que ya hayan avanzado en entendimiento. La segunda línea se da sólo a los que ya hayan aceptado la primera. La Biblia en español no tiene el pensamiento completo
horario de El, no del nuestro. La confirmación, el conocimiento, la seguridad, todo vendrá línea por línea, precepto por precepto, un poco aquí y un poco allí, de acuerdo con la voluntad de El. "Revelación tras revelación", es la promesa,
"conocimiento sobre conocimiento, a fin de que puedas conocer los misterios y las cosas apacibles, aquello que trae gozo, aquello que trae la vida eterna. Preguntarás, y te será revelado en mi propio y debido tiempo..." (D. y C. 42:61, 62.)
Es imposible programar tanto el crecimiento espiritual, como programar el crecimiento físico. Imaginemos la insensatez de un padre que llama a todos sus hijos y fija metas para cada uno, 30
estableciendo cuánto deben crecer en los siguientes seis o doce meses, y que luego ¡os recompensa o castiga de acuerdo con la forma en que cumplieron las metas que les impuso. Nadie pone en duda que la alimentación , el ejercicio y el descanso adecuados facilitarán el crecimiento, pero no podemos exigirlo, no podemos programarlo. Así como Cristo esperó hasta que el Padre lo llamó a Su ministerio, nosotros también debemos aprender la paciencia, y hacer todo lo que podamos para facilitar la llegada de esas bendiciones, sin pensar que tenemos el derecho de exigirlas
El crecimiento espiritual exige un esfuerzo. El desarrollo de los sentidos espirituales lleva tiempo. Mientras nos esforzamos en el proceso, lo que aprendemos hoy será una gran ventaja para nosotros mañana. Mientras más sepamos, mayor será nuestra capacidad para aprender. Los principios del evangelio no se dominan en unos cuantos días, semanas, o aun meses. Pensar de otra manera es asemejarse al niño ingenuo que cree que su educación ya está completa luego de un breve período en la escuela.
El velo que separa al hombre de los cielos no desaparece en un día; más bien, se va descorriendo gradualmente.
El refinamiento de cualquiera de nuestros sentidos requiere tiempo y esfuerzo. Es interesante notar que normalmente la gente compensa la pérdida de alguno de sus sentidos desarrollando el resto más allá de lo acostumbrado. La capacidad de desarrollar los otros sentidos siempre estuvo presente, pero permaneció latente hasta que se presentó la necesidad. De igual forma, en el alma de los hombres descansa una multitud de sentidos espirituales. Esos talentos espirituales en estado latente esperan con ansia el día en que decidamos desarrollarlos.
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