¿Cómo Aprendió Cristo el Evangelio?

¿COMO APRENDIO CRISTO
EL EVANGELIO?
Jesús, como todos los jovencitos judíos, recibió la enseñanza familiar sencilla pero efectiva
que se acostumbraba en su tiempo.
Ya que las Escrituras eran el único libro de texto,
sus palabras eran el material didáctico en el hogar.
El proceso de educar la mente con ese material
empezaba a una edad temprana.
Es bien conocido el celo de los padres
en enseñar a sus hijos esa sabiduría sagrada.
(Henry Kendall Booth.)
EI Señor nunca ha alabado la indolencia o la ignorancia. Eso se pone en claro si examinamos la manera en que ha procurado educar a sus profetas. Empecemos con la vida de Cristo, ya que es nuestro ejemplo y modelo en todas las cosas.
En su forma actual, el Nuevo Testamento ha preservado sólo un borroso bosquejo de los primeros años y educación de Cristo. De los escritores de los Evangelios, sólo Mateo y Lucas cuentan la historia de su nacimiento. Mateo habla del ángel del Señor que le mandó a José que tomara por esposa a María; de la visita de los magos un tiempo después del nacimiento de Cristo; y de la huida posterior de la Sagrada Familia a Egipto, a causa de la orden de Herodes de matar a todos los niños de Belén y sus alrededores; y el regreso de la familia para establecerse en Nazaret. Lucas nos narra el nacimiento de Juan; la visita de Gabriel a María, anunciándole que sería la madre del Hijo de Dios; la visita de María a Elisabet; el viaje de María y José a Belén; el nacimiento de Cristo; el coro de los ángeles; la visita de los pastores, la bendición de Simeón al pequeño jesús, y el testimonio de Ana.
Si combinamos estos relatos, el resultado es la historia del nacimiento de Jesús, y un breve resumen de las experiencias de la familia durante los primeros dos o tres años de su vida. A partir de allí, y hasta que Cristo empezó su ministerio formal, lo cual equivale a unos veintisiete o veintiocho años, la Biblia guarda un silencio casi absoluto. Lucas nos informa que "el niño crecía y se fortalecía, y se llenaba de sabiduría; y ¡a gracia de Dios era sobre El". (Lucas 2:40.) Luego habla brevemente de cuando Cristo conversó con los doctores de la ley en el templo, a los doce años de edad; y termina con la observación de que "Jesús crecía en sabiduría y en estatura, y en gracia para con Dios y los hombres". (Lucas 2:41-52.) Nada se menciona de los siguientes dieciocho años de la vida de Cristo.
Son esos años "perdidos" de la vida de Cristo los que deseamos reconstruir. Si podemos descubrir la manera en que se preparó para el ministerio, seguramente aprenderemos mucho en cuanto a cómo debemos prepararnos para nuestras propias misiones terrenales. En nuestro intento necesitamos ejercer la prudencia, pues como lo indicó James E. Talmage, los escritores inspirados guardaron "reverente silencio" sobre la juventud de Cristo. El que inventemos situaciones o embellezcamos la historia que ya tenemos, como lo hicieron los escritores de los libro apócrifos, por ejemplo, no es un honor para Cristo, ni para nosotros. (Jesús el Cristo, p. 117.) Entramos al santuario de esos años desconocidos sólo bajo la invitación de guías autorizados. Con alegría descubrimos que si nos preparamos apropiadamente para el viaje, nuestros guías están dispuestos a llevarnos más allá y mostrarnos más de lo que ve regularmente el turista de las Escrituras los domingos por la mañana.
Cristo nació como nacen todos los niños, enteramente dependiente de otros. Preordenado a 16
ascender a lo más alto, era necesario que primero descendiera a lo más bajo . (D. y C. 122:8.) "Me inclino a pensar que fue uno de los niños más débiles que han nacido jamás", dijo Brigham Young, "uno de los más desvalidos al nacer; tanto, que es posible que se haya pensado que no podría llegar a la madurez". (J D 3:366.)
Cristo nació en una cueva, compartida tal vez con las bestias del campo, de una mujer campesina, y con un padre adoptivo. Sus comienzos fueron de lo más humilde. Nació mientras sus padres viajaban a Belén. Las Escrituras no dicen que no había lugar en el mesón, sino que no había lugar "para ellos" en el mesón. (Lucas 2:7.) Si María no hubiera estado a punto de dar a luz; si no hubieran sido galileos, a quienes los habitantes de Judea miraban con desprecio, quizá las cosas hubieran sido diferentes. En la Versión Inspirada, José Smith cambió el versículo para que dijera: "...nadie les daba lugar en los mesones." Así nos enteramos que fueron varios mesoneros, no sólo uno, o unas cuantas personas aisladas, ios que les negaron el albergue a José y María." (Bruce R. McConkie, Doctrina! New Testament Commentary, 1:92) Ese rudo rechazo fue sólo el preludio de lo que vendría después.
Es seguro que Pablo hablaba literalmente cuando dijo: "...lo débil del mundo escogió Dios, para avergonzar a lo fuerte; y lo vil del mundo...para deshacer lo que es, a fin de que nadie se jacte en su presencia." (1 Corintios 1:27-29.) Siglos antes, Isaías había descrito al joven Cristo como "renuevo...y como raíz de tierra seca..." Isaías lo vio no como árbol majestuoso en un fértil bosque, sino como humilde planta tratando de sobrevivir en suelo árido. De su apariencia física, Isaías dijo: "..no hay parecer en El, ni hermosura; le veremos, mas sin atractivo para que le deseemos." (Isaías 53:2.)
Como sucede con todos los hombres, a Jesús se le quitó el conocimiento de ¡a vida premortai cuando su espíritu entró a su tabernáculo mortal. Y estuvo sujeto a los malestares, sufrimientos y dolores que son comunes ai género humano. Isaías lo describe "despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto". (Isaías 53:3.) Seguramente esas expresiones no se refieren exclusivamente al tiempo de su ministerio. ¿Acaso podemos suponer ingenuamente que su encuentro con Satanás, luego de su ayuno de cuarenta días en el desierto, fue la primera ocasión que el padre de las mentiras intentó desviarlo de su sagrado llamamiento?
Al meditar en la manera en que Cristo se preparó para su ministerio, ¿pensaremos que su visita al templo, a los doce años de edad, fue la única ocasión de su juventud que traspasó esos portales en un tiempo sagrados? ¿Creeremos que esa fue la única vez que El visitó la Ciudad Santa, o conversó con los sabios, o habló pública y abiertamente de los principios del evangelio? A menos que su vida abarcara las luchas normales de la juventud, el proceso gradual para asimilar conocimiento, y el desarrollo hacia la madurez, no tendría valor como ejemplo para el resto del género humano.
Las personas más importantes, y por tanto, los maestros que influyeron más en la vida de Cristo, fueron José y María. El concepto de que los padres son responsables de enseñar el evangelio a sus hijos no es una idea especial para estos últimos días. Es el eterno orden de las cosas. José era un hombre visionario, un hombre experimentado en las cosas del Espíritu, un hombre que había tenido sueños, recibido la visita de ángeles, y que tenía plena confianza en todas las instrucciones que venían del trono de Dios. Era riguroso en su observancia de la ley de Moisés. Como nos dice Mateo, "era justo". (Mateo 1:19.) La función que José desempeñó fue mucho más que sólo enseñarles un oficio a sus hijos. No se necesita mucha imaginación para suponer que, al estar trabajando, y a la hora de la comida familiar, relataba la historia de sus antepasados, "costumbre que se originó en tiempos del patriarca Abraham, unos dos mil años antes José también le enseñó a su hijo los deberes que se requerían de todo israelita devoto". (Great People of the Bibie and How They Lived, p. 324.)
Al terminar el día, es posible que José debió haber estado acostumbrado a asistir a la sinagoga para la reunión de la noche. Jesús y sus hermanos, al cumplir la edad, deben haber asistido con él. Sus pláticas se centraban en las Escrituras y en las promesas hechas a Israel. No hay ninguna duda de que José era un hombre que conocía las Escrituras, amaba el evangelio, creía en sus promesas, y guiaba a
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su familia como patriarca inspirado.
María, la madre del pequeño Jesús, fue conocida y descrita por profetas, siglos antes de su nacimiento. Alma habla de ella como de "un vaso precioso y escogido". (Alma 7:10.) Nefi, quien la vio en visión seiscientos años antes del nacimiento de su primogénito, la describió como "sumamente hermosa y blanca...una virgen, más hermosa y pura que toda otra virgen". (1 Nefi 11:13, 15.) Puesto que hay solamente un Cristo, hay solamente una María. Entre todas las huestes preexistentes, no había mujer más grande que ella.
Cuando Jesús nació, María "lo envolvió en pañales, y lo acostó en un pesebre". (Lucas 2:7.) De modo que, aparentemente, el nacimiento tuvo lugar sin la ayuda de otras personas. Ni siquiera se menciona a José. Así que en el crecimiento de Cristo, como niño, hubo eso que solo María con su amor de madre pudo haber logrado Fue María misma quien tomó al niño recién nacido, lo envolvió en pañales y lo puso en el pesebre. Los pañales eran tiras de lino con las que se envolvía al niño tan ajustadamente, que no podía mover los brazos ni las piernas. "Esta antigua costumbre se basaba en la creencia de que las extremidades del niño no crecerían rectas y fuertes si no se les sujetaba de tal modo que no se pudieran mover libremente al menos durante seis meses." (Great People of the Bible..., p. 320.) Correcta o no, la costumbre puede considerarse como un símbolo de los brazos amorosos de este "vaso precioso y escogido", quien modelaría el carácter de su pequeño hijo para que llegara a ser "recto y fuerte".
Es significativo que cuando José y María regresaron a Jerusalén para buscar a su hijo de doce años de edad —que ya era capaz de confundir a los hombres más sabios—, sin protestar El regresó con ellos a Nazaret, donde "estaba sujeto a ellos". (Lucas 2:51.) Su vida proporciona un ejemplo adecuado para todos los hijos, en la manera en que Cristo, desde temprana edad, obedeció a sus padres. En la Versión Inspirada se nos restaura un importante fragmento de los años desconocidos de la vida de Jesús. En los versículos que el Profeta añadió al capítulo tres de Mateo, dice que "Jesús crecía junto con sus hermanos", y que "servía bajo su padre". (JST, Mateo 3:24, 25.) Siendo el hijo mayor de una familia grande, aprendió a compartir y a tener responsabilidad. Disfrutó la convivencia con primos, tías, tíos, y tal vez abuelos. (Lucas 2:44.)
El conocimiento que tenemos de la cultura judía de esos tiempos, justifica nuestra conclusión de que "el Niño recibió amplia instrucción sobre la ley y las Escrituras, porque así era la regla". La tradición mandaba que fuera "enseñado a trabajar, porque la ociosidad era tan aborrecida en aquella época" como debería serlo hoy; "y a todo jovencito judío, fuera hijo de carpintero, campesino o rabino, le era exigido aprender y seguir una carrera práctica y productiva". (James E. Talmage, Jesús el Cristo, p. 118.) Jesús debe haber comenzado a asistir a la escuela a ios seis años. Las clases se daban en la sinagoga seis días a la semana, y se requería que asistieran todos los niños varones. Las pruebas y desafíos de Cristo, como sucede con todos los jóvenes, empezaron mucho antes de su misión. Sería demasiado ingenuo suponer que creció en un vacío, sin dolores, sufrimiento, o tentación.
Concebido "según la carne" (1 Nefi 11:18.), Cristo "no socorrió a los ángeles", dijo Pablo; más bien, "socorrió a la descendencia de Abraham. Por lo cual debía ser en todo semejante a sus hermanos...Pues debido a que El mismo padeció siendo tentado, es poderoso para socorrer a los que son tentados". (Hebreos 2:16-18.)
El ejemplo de Cristo carecería de significado si no hubiera estado El también sujeto a todas las tentaciones de la carne, "semejante a sus Hermanos". A nadie se le ha prometido que la vida le será fácil. Cristo no estuvo exento de las pruebas, frustraciones, congojas o dificultades de la uventud. Las tuvo todas, pues ése es el propósito de la mortalidad. Sus experiencias fueron experiencias humanas; su porción, la misma de todo el género humano; El estuvo sujeto a lo mismo que nosotros; experimentó o mismo que nosotros. (Hebreos 2:14.)
Sufrió, para poder socorrer a los que sufren; fue tentado, para poder fortalecer a los que son tentados. "Porque no tenemos un sumo sacerdote que no pueda compadecerse de nuestras 18
debilidades...puesto que El también está rodeado de debilidad..." (Hebreos 4:15; 5:2.) Por lo tanto, Pablo nos asegura que "aunque era Hijo, por lo que padeció aprendió la obediencia; y habiendo sido perfeccionado, vino a ser autor de eterna salvación para todos los que le obedecen..." (Hebreos 5:8, 9.)
En el Libro de Mormón, el profeta Alma nos enseña los mismos principios. Dice:
"Y El saldrá, sufriendo dolores, aflicciones y tentaciones de todas clases; y esto para que se cumpla la palabra que dice: Tomará scbre sí los dolores y enfermedades de su pueblo.
Y tomará sobre sí la muerte, para poder soltar las ligaduras de !a muerte que sujetan a su pueblo; y sus enfermedades tomará El sobre sí, para que sus entrañas sean llenas de misericordia, según la carne, a fin de que según la carne, pueda saber cómo socorrer a los de su pueblo, de acuerdo con las enfermedades de ellos.
Ahora, ei Espíritu sabe todas las cosas; sin embargo, el Hijo de Dios padece según la carne, a fin de poder tomar sobre sí los pecados de su pueblo, para poder borrar sus transgresiones según el poder de su redención; y he aquí, éste es el testimonio que hay en mí." (Alma 7:11-13.)
Isaías vio que Cristo era "despreciado y desechado entre los hombres, varón de dolores, experimentado en quebranto", menospreciado, y sin la estimación de sus semejantes. (Isaías 53:3.) Esos sentimientos no eran nuevos para Cristo cuando empezó su ministerio mortal, pues las experiencias de su juventud lo había fortalecido grandemente en preparación para lo que vendría después.
Además de la declaración hecha por Lucas, de que Jesús aumentaba en sabiduría y gracia para con Dios, tenemos el testimonio de Juan el Bautista, quien afirmó haber visto que Cristo no recibió "de la plenitud a! principio, mas recibía gracia sobre gracia; y no recibió de la plenitud al principio, sino continuó de gracia en gracia hasta que recibió la plenitud; y por esto fue llamado el Hijo de Dios, porque no recibió de la plenitud al principio". (D. y C. 93:12-14.) Su progreso fue "de una gracia a otra, no de un estado sin gracia a uno de gracia"; fue "de lo bueno a lo mejor, no de lo malo a lo bueno; de gracia para con Dios a una gracia mayor, no de una separación por causa del pecado a una reconciliación por medio del arrepentimiento y la propiciación". (Talmage, Jesús el Cristo, p. 118.)
Por ahora no podemos decir con seguridad si el testimonio de Juan de que Cristo avanzó de gracia en gracia, fue obtenido exclusivamente por medio de revelación, o si la revelación se sumó a los años de asociación personal. Pero en todo caso la conclusión es la misma: Cristo avanzó en las cosas del Espíritu tai como nosotros tenemos que hacerlo, de gracia en gracia.
Cristo declaró que "la plenitud de las Escrituras" constituye "la llave del conocimiento". (JST, Lucas 11:53.) Las Escrituras fueron una fuente fundamental de sus enseñanzas durante su ministerio. A los que ponían en duda su testimonio de ser el Mesías prometido, los desafió a escudriñar las Escrituras (Juan 5:39.), pues ese escrutinio conduciría al investigador sincero al conocimiento de que efectivamente El era el Cristo. Su dominio de las Escrituras da fe de una juventud usada provechosamente en el estudio. "Repetidamente leemos en los Evangelios que El contestaba la superioridad insolente del escriba y del rabino con una cita de las Escrituras, precedida de la pregunta : '¿No habéis leído?' " (Mateo 12:3; 19:4; 21:16; 22:31; Marcos 2:25; Lucas 6:3.) (Henry Kendall Booth, The World of Jesús, p. 35.)
Lucas nos informa que la manera habitual en que El enseñaba el evangelio era entrando a las sinagogas en el día de reposo, donde leía y enseñaba las Escrituras. (Lucas 4:16.)
Imaginar a Jesús como "un artesano ignorante e inculto, " que el cielo dotó de sabiduría suficiente como para poder confundir desde la edad de doce años a los hombres más sabios, sería cometer una injusticia en su contra. Sería, como lo indicó un escritor, "como si un predicador montañés que nunca terminó la escuela primaria se pusiera de pie en un púlpito, abriera la Biblia al azar, y por pura inspiración divina predicara un grandioso sermón 'mediante el poder del Espíritu Santo', que convirtiera hasta a los profesores del ateísmo que lo hubieran escuchado por simple 19
curiosidad." (Charles Francis Potter, The Lost Years of Jesús Revealed, pp. 39, 40.)
Las instrucciones del Señor a Hyrum Smith, de que no intentara predicar el mensaje del evangelio sin que primero procurara obtenerlo, tenían igual aplicación en tiempos antiguos. Cristo obtuvo "el poder de Dios para convencer a los hombres" tal como Hyrum Smith, mediante una preparación adecuada. (D. y C. 11:21, 22.)
En realidad es sencillo determinar cómo aprendió Cristo el evangelio y se preparó para su ministerio. Tan sólo necesitamos saber qué fue lo que nos pidió que hiciéramos, y entonces sabremos qué fue lo que El hizo. Puesto que nos mandó que escudriñáramos las Escrituras, sabemos que El las escudriñó; puesto que nos ha mandado buscar conocimiento "tanto por el estudio como por la fe", sabemos que El buscó conocimiento de la misma manera; puesto que nos ha mandado familiarizarnos con "cosas tanto en el cielo como en la Tierra, y debajo de la Tierra; cosas que han sido, que son y que pronto han de acontecer; cosas que existen en el país, cosas que existen en el extranjero; las guerras y perplejidades de las naciones, y los juicios que se ciernen sobre el país; y también el conocimiento de los países y los reinos", para poder prepararnos para magnificar nuestros llamamientos y la misión con la que nos ha comisionado, ¿no deberíamos de suponer que El se preparó igualmente? (D. y C. 88:79, 80.)
Los judíos que frecuentemente se asombraban de los conocimientos de Cristo, preguntaban: "Cómo sabe éste letras,( versado en la sagrada Escritura), sin haber estudiado?" (Véase Juan 7:15.) Cierto, Jesús no fue adiestrado como lo eran los rabinos, o como lo son los ministros sectarios de nuestra época. No se graduó de un seminario teológico, ni sus enseñanzas tenían nada que ver con credenciales académicas. Su conocimiento era tan diferente al de los hombres como los cielos difieren de la Tierra. (Isaías 55:8, 9.)
En el relato de la Versión Inspirada sobre la ocasión en que fue hallado con los sabios en ei templo, en lugar de decir que sus padres lo encontraron "sentado en medio de los doctores de la ley, oyéndoles y preguntándoles", se nos dice que los doctores "le oían, y le hacían preguntas". (JST, Lucas 2:46. Las cursivas son nuestras.) El concepto de que El salió para enseñar y no para que se le instruyera (D. y C. 43:15) también se encuentra en la Versión Inspirada, donde dice: "Y servía bajo su padre, y no hablaba como los demás hombres, ni se le podía enseñar, porque no necesitaba que nadie le enseñase". (JST, Mateo 3:25.) Aunque sus padres eran maestros excelentes, y aunque El era un estudiante talentoso —sin igual— de la Escrituras; y aunque acumuló conocimiento por el estudio, obtuvo la sabiduría que salva mediante la oración, la meditación y la acción. La fuente principal de su conocimiento era por necesidad —como debe serlo con todos los hombres— la revelación, pues ésta es el fundamento en el cual descansa el reino de Dios.
Cristo fue instruido por la vida, que a veces es una maestra severa. El estuvo también sujeto a los implacables bofetones de Satanás. La escuela de Cristo no fue una escuela privada, Y como se nos invita a caminar por donde El caminó; podemos entonces ver lo que El vio; debemos hacer lo que El hizo; y seremos bendecidos como lo fue El. También seremos sostenidos en los momentos de prueba, tal como El; y podremos lograr el éxito, como lo logró El.
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