La Preparación Espiritual de José Smith

LA PREPARACIÓN ESPIRITUAL
DE JOSÉ SMITH
He aquí, soy Dios, y lo he declarado;
estos mandamientos son míos,
y se dieron a mis siervos en su debilidad,
según su manera de hablar,
para que pudieran alcanzar conocimiento.
Y en cuanto errasen,
pudiera ser manifestado;
y en cuanto buscasen sabiduría,
se les pudiera instruir; y en cuanto pecasen,
se les pudiera castigar para que se arrepintieran; y en cuanto fuesen humildes, pudieran ser hechos fuertes y
bendecidos de lo alto,
y recibir conocimiento de cuando en cuando.
(D. y C. 1:24-28.)
Dios llama e instruye a sus profetas. Algunos creen que junto con el llamamiento al oficio profético viene una investidura de capacidad espiritual, entendimiento y poder que no se tenía previamente, y que sobrepasa lo que los hombres en general poseen. Contrario a esa idea, el Eider Bruce R. McConkie ha dicho que de por sí, el llamamiento a una posición de liderismo "le da poco conocimiento o poder de discernimiento al individuo, aunque toda persona que es llamada a una posición en la iglesia, aumenta en gracia, conocimiento y poder si magnifica el llamamiento que se le ha dado". (Mormon Doctrine, p. 309.)
Podríamos preguntarlo de otra manera: ¿Se llama primeramente a los profetas, y son después investidos con las habilidades necesarias para magnificar su llamamiento? ¿O primero son preparados para su oficio, y entonces son llamados? Al repasar brevemente la historia de los llamamientos al oficio profético, recordamos a Moisés y la zarza ardiente; a Cristo, diciendo a Pedro y a los otros apóstoles: "Sigúeme"; a Saulo en el camino a Damasco; a José Smith en la Arboleda Sagrada. Pero, ¿fueron esos llamamientos a servir, o llamamientos para prepararse para servir?
La naturaleza fragmentaria de los relatos en las Escrituras, nos ofrece solamente unos cuantos detalles sobre eventos de gran interés. La preparación espiritual que recibió Moisés durante cuarenta años, de manos de su suegro Jetro, de quien recibió el sacerdocio, debe haber sido considerable. Por medio de José Smith nos enteramos que antes de que Moisés regresara a Egipto, fue arrebatado a una montaña muy alta, donde vio a Dios y conversó con El. A esta experiencia le siguió una confrontación personal con Satanás. Luego de mandarle a Satanás que se retirara, el poder de Dios descendió sobre Moisés, por lo que pudo ver cada partícula de la Tierra y a todos sus habitantes. Basta con decir que su misión en Egipto fue precedida por una preparación mucho mayor de lo que se supone generalmente. (Moisés 1.)
Los tres años del ministerio de Cristo se dedicaron en gran parte a capacitar a los Doce para que pudieran dirigir la Iglesia después de su ascensión. No sabemos que preparación recibieron antes de su llamado a seguir a Cristo como apóstoles, pero es solo natural pensar que primero se entrenaron en las cosas del reino siendo llamados como elderes. En cuanto a Pablo, estamos malinterpretando su experiencia en el camino a Damasco si suponemos que en ella fue llamado a servir. Pablo fue llamado a arrepentirse, y fue enviado a Damasco a esperar el llamado del Señor. Allí, bajo la dirección de
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Ananías, sería bautizado para la remisión de pecados, y se le enseñaría el evangelio con todo cuidado. Su llamado a servir se le extendería en un tiempo futuro.
De igual modo, la Primera Visión no le dio ninguna autoridad a José Smith. Tal como una bendición patriarcal, representaba un llamamiento para prepararse, más que un llamamiento para actuar como profeta del pueblo. Todavía habrían de pasar otros diez años antes que la Iglesia fuera organizada, antes de que José Smith fuera sostenido para presidir sobre la pequeña iglesia. El tiempo que transcurrió entre esos dos eventos fue de preparación y pruebas intensas; tiempo en el que José Smith recibió instrucciones de ángeles, y los bofetones de los demonios. Esas experiencias eran necesarias para fortalecerlo para lo que habría de venir, y prepararlo al grado que pudiera decir un día:
"Soy como una enorme piedra áspera que viene rodando desde lo alto de la montaña; y la única manera en que puedo pulirme es cuando una de las orillas de la piedra se alisa al frotarse con otra cosa, como cuando pega fuertemente contra la intolerancia religiosa, se topa con las supercherías de los sacerdotes, abogados, doctores, editores mentirosos, jueces y jurados sobornados, y choca contra la autoridad de oficiales perjuros, respaldados por los populachos, por los blasfemos y por hombres y mujeres licenciosos y corruptos; todo este coro infernal le allana esta aspereza acá y ésta otra más allá. Y así llegaré a ser dardo pulido y terso en la aljaba del Todopoderoso, el cual me dará dominio sobre todos ellos sin excepción, cuando les falle su asilo de mentiras y les sea destruido su escondite, mientras que estas piedras lisas contra las que voy chocando, se harán ásperas." (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 370.)
Ya que podemos analizar el período histórico en que vivió José Smith con mayor exactitud que si lo hiciéramos con las dispensaciones pasadas, estudiemos la manera en que creció espiritualmente, buscando conclusiones que tengan aplicación en nuestras vidas.
El Señor le dijo al profeta José Smith: "...esta generación [época o dispensación] recibirá mi palabra por medio de ti..." (D. y C. 5:10.) El Profeta estableció los fundamentos teológicos del mormonismo. Ha quedado como el maestro doctrinal más grande de nuestra dispensación. "Ha dado al mundo de nuestros días más Escritura sagrada que cualquier otro profeta que ha vivido jamás; ha preservado para nosotros más de la mente, la voluntad y la voz del Señor, que la suma de los doce escritores sagrados más prolíficos del pasado." (Bruce R. McConkie, CR, abril de 1976, p. 142.)
La pregunta es: ¿Hasta qué punto necesitó José Smith estudiar, esforzarse y reflexionar en su búsqueda de conocimientos; y hasta qué punto recibió las respuestas por inspiración o revelación? Para poder responder a esta pregunta, recordemos primero la experiencia que tuvo al traducir el Libro de Mormón, y el proceso involucrado.
Aunque la familia de José Smith no era muy instruida, estaba formada por personas muy trabajadoras e inteligentes. Era común en ellas un interés profundo por las cosas espirituales; oraban juntos, cantaban juntos, y juntos leían la Biblia. A pesar de eso, el padre de José Smith, y el abuelo, Asael Smith, eran considerados por sus vecinos como rebeldes religiosos. Ninguno de los dos quiso unirse a las sectas predominantes de su tiempo, pues sentían que las enseñanzas de esas iglesias no concordaban con las Escrituras, ni con la razón. José Smith, padre, luchaba por "el orden antiguo" establecido por Cristo y sus apóstoles. Asael Smith declaró proféticamente que uno de sus descendientes promulgaría una obra que "sacudirá el mundo de la fe religiosa". (E. Cecil McGavin, The Family oí Joseph Smith, p. 9.) José, padre, era un hombre visionario, que en varias ocasiones tuvo sueños que !o guiaron en su búsqueda de la verdad antes de la Restauración. (History of Joseph Smith, by His Mother, pp. 46-49, 64-66, 68.) La madre del profeta José, Lucy Mack, luchó con lo que ella llamó "ansiedad intelectual" en su búsqueda religiosa. Escribió: "Pasé mucho tiempo leyendo la Biblia y orando", mas su afán de encontrar la verdad se veía frustrado. Si no se unía a ninguna iglesia, decía ella, las personas religiosas dirían que era del mundo; y si se unía a una de las iglesias, las otras dirían que estaba en error. "Ninguna de las iglesias pensará que estoy en lo correcto, excepto aquella a la que me una. Todos testifican contra todos y ¿cómo puedo hacer una decisión en este caso, mientras veo
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que todas son diferentes a la Iglesia de Cristo, tal como existió antiguamente?" (History of Joseph Smith, p. 31.) Al no poder encontrar la religión que buscaba, decidió estudiar la Biblia y tomar como guía a Cristo y a sus discípulos. (Ibid., p. 36.)
Tal fue el ambiente en el que José Smith sintió nacer dentro de sí el deseo de buscar las cosas espirituales. Se le había enseñado a confiar en el Señor, a ser perspicaz, a plantear preguntas, y a buscar respuestas. En un registro de la Primera Visión que fue encontrado recientemente él indica que la búsqueda que lo condujo a la Arboleda Sagrada fue precedida por tres años de reflexionar, estudiar, asistir a reuniones y escuchar a otros. (Dean C. Jessee, "The Early Accounts of Joseph Smith's First Vision", BYU Studies, Fall,1969, p. 279.)
No fue por un capricho pasajero que José Smith llegó a la Arboleda Sagrada. La preparación había antecedido a su cita con el destino, y faltaba mucha preparación antes que le fueran confiadas las llaves del reino de Dios y se le mandara organizar ese reino otra vez sobre la Tierra.
José nunca explicó la manera en que tradujo el Libro de Mormón. En una ocasión, su hermano Hyrum le cedió la palabra en una reunión pública para que dijera cómo se realizó la obra. Como respuesta, José dijo que no estaba en el plan decirle al mundo todos los pormenores sobre la aparición del Libro de Mormón", y que no era "oportuno" que él relatara esas cosas. (HC 1:220.)
A causa de que no se nos han confiado los detalles de la obra de traducción, se han ofrecido varias explicaciones que son claramente contrarias a lo que las Escrituras dicen de esa labor. En las Escrituras se establecen los hechos siguientes:
1. La capacidad para traducir es un don de Dios. (D. y C. 8:4, 6.)
2. El don de traducir está sujeto a una obediencia estricta, y se retira como consecuencia de la desobediencia. (D. y C. 10:1, 2.)
3.El Señor también le dio al Profeta "poder de lo alto para traducir...por los medios [el Urim y Tumim] preparados de antemano..." (D. y C. 20:8.)
4. Aparte de los recursos divinos que se le otorgaron al Profeta, se esperaba que él contribuyera mucho al proceso, a través del estudio intenso. (D. y C. 9:1-9.)
5. En la obra de la traducción también se necesita el espíritu de revelación. (D. y C. 8:1-3.)
La tarea de José Smith fue mucho mayor que la de actuar como escribiente. Si lo que el Señor necesitaba para sacar a luz el Libro de Mormón hubiese sido un secretario, fácilmente hubiera encontrado uno más capacitado que José Smith. Ejemplificando la importancia del papel del traductor, Brigham Young opinó que si el Libro de Mormón fuera "escrito otra vez, diferiría de la traducción actual en muchas de sus partes". (JD 9:311.) Ninguna traducción de esa magnitud, a menos que fuera dictada directamente por Dios, podría ser igual en forma, aunque sería idéntica en principio, contenido y espíritu.
También es claro que el Señor sabía que Martín Harris perdería posteriormente las primeras 116 páginas que tradujo José Smith, y que no sería posible traducirlas de nuevo. (1 Nefi 9:5, 6; Palabras de Mormón 1:5, 6; D. y C. 10.) La traducción de esas 116 páginas resultó ser una experiencia preparatoria, que le permitiría al Profeta desarrollar sus habilidades como traductor. Sirvió como una escuela de preparación para la gran obra de la traducción.
Como nota histórica, es interesante observar que, mientras hacía la traducción, José Smith descubrió que no conocía bien el idioma inglés. La primera edición del Libro de Mormón contenía aproximadamente dos mil errores gramaticales. Para la segunda edición, que se imprimió en 1837, el Profeta mismo había hecho todas las correcciones.
Hasta donde podemos reconstruir la obra de la traducción, parece que guardó un equilibrio entre la fe y las obras, que reconocemos como esencial en otros aspectos del evangelio. Dios no haría por José o por Oliverio algo que ellos, por medio de un esfuerzo disciplinado, podían lograr por sí mismos.
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Sin embargo la ayuda divina siempre estaba allí cuando la tarea sobrepasaba sus habilidades naturales.
La función de José en el proceso de la traducción, requería que se esforzara por comprender el contenido de las planchas concepto por concepto, principio por principio, pensamiento por pensamiento, y entonces expresara esas verdades a satisfacción del Señor. (D. y C. 9:9.) En el proceso, que exigía una concentración completa, obtuvo la comprensión de sus doctrinas. Así ganó tanto el conocimiento como el testimonio de la "plenitud del evangelio" (D. y C. 20:9) que contiene el Libro de Mormón.
La obra de traducción fue su primer curso de estudio extenso y sistemático de los principios del evangelio. Le proporcionó la oportunidad de adquirir un entendimiento de los principios básicos del evangelio que se enseñan en el Libro de Mormón con mayor sencillez y claridad que en cualquier otro registro de Escrituras. La fe, el arrepentimiento, el bautismo, la recepción del Espíritu Santo, la perseverancia hasta el fin, el origen divino de Cristo, la expiación, la congregación de Israel, la revelación continua, todos esos principios y muchos otros se desplegaron ante él de un modo más completo al que se encuentran en la Biblia. La continuidad del evangelio, que Dios es el mismo ayer, hoy y para siempre, que los principios del evangelio son eternos —tanto como las bendiciones que de ellos emanan—, todo se desenvolvió ante él al estar trabajando con este gran libro de Escrituras antiguas. Las 116 páginas perdidas le dieron la oportunidad de ganar destreza para traducir; a partir de ese momento su atención podría centrarse más en el contenido, en la substancia del mensaje, mientras lo traducía.
Las doctrinas del Libro de Mormón son el cimiento en que se funda la restauración del evangelio. Son los principios esenciales de la salvación, y como tales, para José Smith se convirtieron en la base de la comprensión del evangelio, a través del proceso de traducción.
Al definir el espíritu de revelación, José Smith dijo: "Una persona podrá beneficiarse si percibe la primera Impresión del espíritu de revelación. Por ejemplo, cuando sentís que la inteligencia pura fluye en vosotros, podrá repentinamente despertar en vosotros una corriente de ideas, de manera que por atenderlo, veréis que se cumplen el mismo día o poco después...y así, por entender y aprender el Espíritu de Dios, podréis crecer en el principio de la revelación hasta que lleguéis a ser perfectos en Cristo Jesús." (Enseñanzas del Profeta José Smith, p. 179.) En esta declaración, José Smith identifica claramente que la reacción al Espíritu de Dios puede aprenderse, y que podemos crecer en el espíritu de la revelación. La experiencia de José Smith ilustra que aunque los dones espirituales se reciben de Dios, el hombre debe desarrollarlos.
El Urim y Tumim fue indispensable en la traducción del Libro de Mormón. Cuando se le quitó al Profeta el Urim y Tumim por un tiempo, a causa del incidente en que Martín Harris perdió las 116 páginas, la obra de la traducción se detuvo. Sólo hasta después que se regresaron los sagrados instrumentos pudo reanudarse la obra. Aunque José Smith tenía que ejercer todas sus facultades mentales y espirituales para poder traducir, en esa etapa de su vida no podía hacerlo sin la ayuda de las piedras. Además de la parte que desempeñó el Urim y Tumim en la traducción del Libro de Mormón, por medio de ese instrumento se recibió, antes de la organización de la Iglesia, la mayoría de las revelaciones que se encuentran en Doctrina y Convenios. No obstante, el Profeta no siempre recibió las revelaciones por ese medio. Al ir creciendo en poder espiritual empezó a depender cada vez menos del Urim y Tumim, hasta que hubo aprendido y crecido en su habilidad de recibir la voluntad del Señor al grado que ya no dependía de ayudas externas. Antes de la organización de la Iglesia y después que se terminó la traducción, el Urim y Tumim fue devuelto al ángel Moroni, y a partir de ese momento el Profeta recibió revelación sin la ayuda de las piedras sagradas.
Los sentidos espirituales pueden desarrollarse y fortalecerse sólo a través del uso. Eso queda ilustrado en el relato de Philo Dibble sobre la manera en que José Smith y Sidney Rigdon recibieron la gran revelación de los grados de gloria, contenida en la sección 76 de Doctrina y Convenios. El Eider Dibble informa que él y un grupo de otros hermanos se hallaban presentes cuando se recibió la
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revelación. Dice que vio la gloria y sintió el poder, pero no vio la visión. Registró la conversación que tuvo lugar entre el Profeta y Sidney Rigdon, de la manera siguiente:
"José decía, a intervalos: '¿Qué veo?', tal como diría alguien que estuviera asomándose hacia afuera por la ventana, y viera algo que los demás que están en la habitación no pueden ver. Entonces describía lo que había visto, o que estaba viendo. Entonces Sidney contestaba: 'Yo veo lo mismo'. Luego Sidney decía: '¿Qué veo?', y repetía lo que había visto o estaba viendo, y José respondía: 'Yo veo lo mismo'.
Esta especie de conversación se repitió a intervalos breves hasta el final de la visión, y durante todo ese tiempo ninguna otra persona dijo una palabra. Nadie hizo un sonido o movimiento, sino José y Sidney, y me pareció que no movieron un dedo durante el -tiempo que estuve allí, que pienso que fue más de una hora, hasta que terminó la visión.
José estaba calmadamente sentado todo el tiempo en medio de una gloria magnífica, mas Sidney estaba sentado con gran dificultad y pálido, aparentemente algo descompuesto, y al notarlo José, dijo sonriendo: 'Sidney no está tan acostumbrado como yo'. " (Hyrum Andrus, Joseph Smith, the Man and the Seer, p. 111.)
Poco después de que se organizó la Iglesia, se le mandó a José Smith que iniciara una empresa de tan monumentales proporciones, que hasta el día de hoy ha quedado incompleta. La tarea consistía en traducir o revisar la Biblia. La naturaleza de esa obra, que comprendía tanto el Antiguo como el Nuevo Testamento, en general se ha malinterpretado. Muchos piensan que la tarea consistió en hacer una lectura crítica y una corrección de textos de la Biblia, basados en el dominio que el Profeta tenía del evangelio. Pero no fue así. El propósito de esa labor era, en gran medida, la continuación del aprendizaje sistemático de los principios eternos, que el Profeta había iniciado al traducir el Libro de Mormón.
Esa obra de traducción abarcaba el estudio concienzudo de los textos de la Biblia, esforzándose por entender su verdadero significado, y aclararlos o restaurarlos donde fuera necesario. La labor requería cierta actitud de ignorancia de su parte, más que entendimiento pleno. A medida que buscaba el conocimiento, y preguntaba al Señor, llegaban las respuestas. Dicho en forma sencilla, José Smith tomó un curso de estudio de la Biblia, en el que el Espíritu del Señor era el maestro. La experiencia fue semejante a la que describió cuando él y Oliverio se bautizaron y fueron llenos del Espíritu Santo. Sobre esa ocasión escribió: "Encontrándose ahora iluminadas nuestras mentes, empezamos a comprender las Escrituras, y nos fue revelado el verdadero significado e intención de sus pasajes más misteriosos de una manera que hasta entonces no habíamos logrado, ni siquiera pensado". (JS-Historia 74.)
Muchas de las revelaciones importantes de doctrina que tenemos hoy a nuestra disposición en Doctrina y Convenios, se dieron como respuesta a la súplica ferviente del Profeta para recibir conocimiento, mientras se esforzaba por comprender los textos de la Biblia. Ese esfuerzo fue como un semillero del que nacieron las siguientes revelaciones notables:
La sección 45, que trata de los últimos días y contiene explicaciones y un comentario inspirado sobre Mateo 24, en donde el Salvador enumera las señales que precederán su segunda venida.
La sección 74, que contiene una explicación de 1 Corintios 7:14.
La sección 76, una revelación sobre los grados de gloria que se originó por el afán de José Smith por entender Juan 5:29. (D. y C. 76:15.)
La sección 77, una serie de preguntas y respuestas entre José Smith y el Señor, sobre el libro de Apocalipsis.
La sección 84, que traza el linaje del sacerdocio desde Moisés hasta Adán, y habla del orden de las cosas en la Iglesia del Antiguo Testamento, invitando a los poseedores del sacerdocio a convertirse
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en los hijos de Moisés y Aarón.
La sección 86, en la que el Señor explica la parábola del trigo y la cizaña tal como se encuentra en Mateo 13:26-30.
La sección 88, que trata principalmente del tema de la resurrección, y desarrolla conceptos que se derivan del discurso de Pablo que sobre ese mismo tema se encuentra en 1 Corintios 15.
La sección 91, en la que se manda ai Profeta que no traduzca los libros apócrifos, aun cuando en ellos se encuentran muchas cosas verdaderas.
La sección 93, que contiene parte de un escrito de Juan el Bautista, y promete que se restaurará por completo en el futuro.
La sección 107, en la que se explica el antiguo orden del sacerdocio, junto con un breve relato de la reunión que se realizó en Adán-ondi-Ahmán, tres años antes de la muerte de Adán; también contiene la promesa de que en el futuro recibiremos el libro de Enoc.
La sección 113, que consiste en una serie de preguntas y respuestas entre José Smith y el Señor, sobre Isaías 11.
La sección 132, que se dio en respuesta al deseo de José Smith de entender cómo se justificaba ante el Señor que los profetas del Antiguo Testamento tuvieran varias esposas.
Sin duda, el mayor beneficio que recibió la Iglesia por la labor que hizo el Profeta al producir la Versión Inspirada, no fue la Versión inspirada misma, sino el entendimiento que él obtuvo durante el proceso, las revelaciones que ahora tenemos y que no sólo son comentarios inspirados de los textos bíblicos, sino también comentarios claros sobre principios eternos. A esa obra de traducción se le ha llamado apropiadamente "la educación espiritual del Profeta". (Robert J. Matthews, Joseph Smith's Translation of the Bible, p. 53.)
Al principio José Smith no era un buen orador. Reconociendo sus propias limitaciones en esos primeros años, descargaba la tarea de la predicación pública en oradores más refinados, como Oliverio Cowdery, Sidney Rigdon y Parley P. Pratt. El día que se organizó la Iglesia, por ejemplo, el Profeta se contentó con pedirle a Oliverio Cowdery que diera el primer discurso de esta dispensación, a pesar de que la congregación era muy pequeña.
La falta de talento de José como orador fue profetizada. Lehi, al repetir una profecía que hizo José el que fue vendido en Egipto, comparó al José de los últimos días con Moisés. (JST, Génesis 50:29-33; 2 Nefi 3:15, 18.) Se recordará que Moisés era "tardo en el habla y torpe de lengua". (Éxodo 4:10.) De él, el Señor dijo: "...no desataré su lengua para que hable mucho...y prepararé a uno que hable por él." (2 Nefi 3:17.) En manera semejante, Lehi declaró que el Señor le proporcionaría un portavoz a José Smith, para lo cual se llamó a Sidney Rigdon por revelación. (D. y C. 100:9.)
Al ir pasando el tiempo e ir aumentando la confianza de José, disminuyó su dependencia de Sidney, y acabó por completo en 1839, mientras José, Sidney y otros estaban en Washington, D.C., para presentar su petición de desagravio por la expulsión que los santos habían sufrido en Misuri. Mientras estaban allí, fueron invitados a hablar ante un grupo de unas tres mil personas en una de las iglesias más grandes de Filadelfia. Primero tomó la palabra el Eider Rigdon. Temeroso de la reacción que la gente pudiera tener al oír el mormonismo puro, defendió la Restauración con pasajes de la Biblia, evitando cuidadosamente toda referencia a la visita de ángeles, visiones y otras experiencias espirituales extraordinarias en las que se basa la Restauración. Según Parley P. Pratt, la timidez de Sidney Rigdon molestó tanto a José Smith, que:
"Cuando hubo terminado [Sidney Rigdon], el hermano José se levantó como león rugiente, y estando lleno del Espíritu Santo, habló con gran poder, dando testimonio de las visiones que había visto, el ministerio de ángeles que lo había atendido, y la manera en que encontró las planchas del Libro de Mormón, y que las tradujo por el don y el poder de Dios. Comenzó diciendo: 'Que Si nadie
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más tenía el valor de testificar de un registro tan glorioso, él sentía la urgencia de hacerlo como acto de justicia a los presentes, y que dejaba el resultado en las manos de Dios.'
Toda la congregación quedó asombrada, como electrizada, y dominada por la verdad y el poder con que él habló, y las maravillas que relató. La impresión fue perdurable; se unieron al ? rebaño muchas almas. Y doy testimonio de que él, con su testimonio fiel y poderoso, limpió su vestido de la sangre de ellos." (Autobiography of Parley Parker Pratt, pp. 298, 299.)
De esa manera, José Smith combinó su rudimentaria elocuencia con el poder de Dios, para convertirse en un gran orador. Parley P. Pratt describió la habilidad de José Smith como orador, adquirida con grandes esfuerzos, en estas palabras:
"Su trato era suave y familiar...y su lenguaje abundaba en original y estudiada elocuencia, no suavizado por la educación ni refinado por el arte, sino brotando en su propia sencillez natural y plena en una variedad de temas y maneras. Interesaba y edificaba al mismo tiempo que divertía y entretenía a su público, y ninguno que le escuchara se cansaba de su plática. Sé que ha mantenido unida a una congregación de ansiosos oyentes por horas en medio del frío, el sol, la lluvia o el viento, quienes reían en un momento y lloraban al siguiente. Hasta sus más enconados enemigos por lo general quedaban subyugados una vez que él lograba que le escucharan." (Ibid., pp. 45, 46.)
Al revisar las experiencias de José Smith, hemos querido descubrir cómo y cuándo prepara el Señor a sus profetas. Hemos pretendido saber hasta qué punto su preparación espiritual es resultado del esfuerzo y disciplina personales, y hasta qué punto es un don del cielo. Al estudiar la vida del Profeta, parece surgir un modelo. Vemos que nada se le otorgó sin que él hiciera un esfuerzo grande y diligente, pero ese esfuerzo, solo, nunca fue suficiente por sí mismo, por más grande que fuera. El Profeta dependía de la ayuda divina. No pudo traducir las planchas de oro sino sumando su esfuerzo personal al "don y poder de Dios". La respuesta parece estar en el equilibrio de esos dos elementos esenciales.
Ese mismo principio tuvo aplicación en su progreso como orador. Al principio dependía mucho de la ayuda de otros, pero con el paso de los años, y al ir aumentando en conocimiento, comprensión y fe, también aumentó su habilidad como orador. Una vez más, su grandeza como orador manifestaba la suma de su preparación personal y el poder de Dios, y ambos elementos eran absolutamente esenciales. El principio sigue vigente si analizamos la manera en que llegó a dominar el conocimiento de los principios del evangelio. Vemos que el Señor lo hizo tomar extensos cursos de estudio, primero con el Libro de Mormón, y luego con el Antiguo y Nuevo Testamentos y otros documentos relacionados. Línea sobre línea, el evangelio se desplegó ante él.
Vemos así que se requirieron del Profeta grandes esfuerzos, tanto antes como después de su llamado al oficio profetice Su educación en la esfera de las cosas espirituales fue un proceso continuo que demandaba un equilibrio entre sus propios esfuerzos disciplinados y el derramamiento del Espíritu del Señor. Si hemos de pensar que el Señor es el mismo en sus tratos con los hijos de los hombres, la conclusión lógica es que El requerirá la misma disciplina y esfuerzo intenso de nosotros, como los ha requerido de sus profetas. Los requisitos para el curso de excelencia espiritual son los mismos para todos los alumnos.
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