¿Cómo Viene la Revelación?

¿COMO VIENE
LA REVELACIÓN?


¿A quién se enseñará ciencia,
o a quién se hará entender doctrina?
A los destetados;
a tos arrancados de los pechos.
Porque mandamiento tras mandamiento,
mandato sobre mandato,
renglón tras renglón,
línea sobre línea,
un poquito allí, otro poquito allá...
(Isaías 28:9, 10.) 1


Así como la luz del amanecer precede a la gloria del mediodía, la luz celestial hace desaparecer silenciosamente las sombras de la duda y la incertidumbre. José Smith lo expresó así: "¡Como rocío del Carmelo descenderá sobre ellos el conocimiento de Dios!" (D. y C. 128:19.) Una y otra vez volvemos a recordar que estamos hablando de un proceso, no de un acontecimiento. La espiritualidad es una forma de vida, no una experiencia; y debe encontrarse donde estamos, no en otros lugares que esperamos llegar a visitar. Igual que virtualmente todas las cosas dignas de valor, tenemos que trabajar para alcanzarla, y nuestros esfuerzos dan fruto sólo con el paso del tiempo. Dicho en forma sencilla, la mayor parte de la revelación viene poco a poco, y lo mismo pasa con nuestro entendimiento de ella. Vayamos a las Escrituras en busca de ejemplos.
Después de la visita de los magos, se apareció a José un ángel del Señor en un sueño, y le mandó que tomara al niño y a María, y huyera a Egipto, porque Herodes trataría de matar al niño. Las instrucciones que recibió José fueron que permaneciera allá hasta que el ángel le dijera otra cosa. El ángel pudo haberle mandado que permaneciera en Egipto por un tiempo determinado y luego regresara, pero no lo hizo. Obedientemente, la Sagrada Familia salió en la obscuridad de la noche hacia Egipto, donde estuvo hasta que José recibió otra vez la visita de un ángel. Después de la muerte de Herodes, le apareció el ángel a José y le dijo: "Levántate, toma al niño y a su madre, y vete a la tierra de Israel..." De acuerdo con el plan divino, deberían dirigirse a Nazaret, pero el ángel sólo les dijo que fueran "a la tierra de Israel". Para el ángel no hubiera sido ningún problema darles la información adicional, pero no lo hizo. Sería raro que nosotros le mandáramos a alguien que fuera a cierto país sin mencionarle un pueblo o ciudad determinada, sobre todo si el pueblo o ciudad en que debía residir era un detalle importante, como lo era en este caso.
Al regresar la familia a la nación israelita, se enteraron de que Arquelao, el hijo de Herodes, reinaba en lugar de su padre. José y María sintieron que el niño no estaría seguro en la región de Judea. José buscó la ayuda de Dios sobre el asunto, y se le avisó que fuera hasta Nazaret de Galilea. (Véase Mateo 2:13, 23.)
Esta historia es de interés extraordinario, primero: porque María, la madre del pequeño Cristo, y por tanto, la más honorable de todas las mujeres, capaz de tener sueños y recibir visitas de ángeles, no fue quien recibió las manifestaciones celestiales a que nos referimos. Aunque era una mujer maravillosa, no era su mayordomía presidir o proteger a la familia. Obviamente, los ángeles respetaban la responsabilidad de José. Segundo: es interesante por el modo gradual en que José fue recibiendo las instrucciones. Fue como si el Señor le dijera: "Sal con toda fe, probándote a ti mismo, y cuando se necesiten instrucciones adicionales te las daré."
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Tenemos razones para creer que Lehi era un viajero experimentado, y quizá comerciante de profesión. Cuando el Señor le mandó que tomara a su familia y saliera de Jerusalén, no tuvo dificultad en determinar qué provisiones necesitaría, y parece que tenía a la mano tiendas y demás equipo. (1 Nefi 2:2.) A pesar de que sólo disponemos de un relato abreviado de su viaje por el desierto, se muestra que él hizo los planes adecuados, y que él y su familia estaban bien preparados. Con gran interés vemos que fue solamente hasta después que habían entrado en el desierto, que el Señor habló de nuevo y mandó que los hijos de Lehi volvieran a Jerusalén para conseguir las planchas de bronce de Labán. (1 Nefi 3:2, 3.) El Señor sabía, si acaso Lehi no, que esos registros serían de vital importancia para la familia, y El lo supo desde antes que Lehi saliera de Jerusalén. Uno se puede preguntar por qué el Señor no les dijo que llevaran las planchas antes de salir de la ciudad , evitando así tener que regresar por ellas.
Poco después de que los hijos de Lehi regresaron trayendo las planchas, el Señor le habló otra vez, ahora mandándole que enviara a sus hijos otra vez de regreso a Jerusaién para persuadir a Ismael y a su familia a que los acompañaran, teniendo así mujeres con quienes se casaran sus hijos. De nuevo la pregunta de por qué no se arregló ese asunto antes de su primera salida de Jerusalén, o cuando volvieron por las planchas. Si a Lehi no se le hubiera ocurrido la idea de que sus hijos necesitarían esposas, se le hubiera ocurrido a Saríah, o a alguno de los hijos. (1 Nefi 7:1, 2.)
Puesto que se nos ha dicho que la casa del Señor es una casa de orden, no podemos sino concluir que hubo una razón y un propósito en el tiempo y orden en que se dieron esas revelaciones. Lograron que se aprendieran grandes lecciones y claramente dieron la oportunidad de que Laman, Lemuel, Sam y Nefi demostraran sus caracteres. Recordamos esa espléndida declaración de Nefi sobre su plan de ataque, mientras se dirigía a obtener las planchas: "Iba guiado por el Espíritu, sin saber de antemano ¡o que tendría que hacer." (1 Nefi 4:6.)
Nuestros profetas buscan constantemente la guía divina para escoger a los que serán nuestros líderes en la Iglesia. El modelo tradicional para hacer la selección se estableció en tiempos antiguos. A manera de ejemplo, consideremos cómo fue escogido David para ser el sucesor de Saúl en Israel. El profeta Samuel, afligido por la rebelión de Saúl, le suplicó al Señor que le hiciera saber qué debía hacerse, y se le mandó que llenara su cuerno de aceite y fuera a la casa de Isaí de Belén pues, dijo el Señor, "de sus hijos me he provisto de rey".
Trasladando la historia a tiempos modernos, podemos compararla con la ocasión en que una de las Autoridades Generales es enviada para reorganizar una estaca, salvo que en este caso Samuel tenía un problema adicional que no tendríamos hoy día, es decir, Saúl. Samuel pensó que si Saúl se enteraba de lo que estaba haciendo, lo mataría. Al hablar con el Señor sobre el problema, se le mandó que llevara consigo una becerra, y dijera que iba a Belén a ofrecer un sacrificio. Una vez allí, invitaría a Isaí al sacrificio, y entonces, dijo el Señor, "te enseñaré lo que has de hacer; y me ungirás al que yo te dijere".
En la mente del Señor no había ninguna duda sobre quién iba a ser el nuevo rey de Israel, pero es obvio que no tenía la intención de decírselo a Samuel antes de que éste hiciera lo que se le había mandado.
Siguiendo con nuestra analogía, la Autoridad General que es enviada a reorganizar una estaca, va sin ninguna decisión hecha de antemano en cuanto a quién será el llamado a dirigir; de hecho, en la mayoría de los casos, como sucedió con Samuel, llama a alguien que previamente no conocía.
Después de ofrecer el sacrificio, Samuel le pidió a Isaí que hiciera pasar a sus hijos delante de él. Se presentó Eliab, el hijo mayor de Isaí, y Samuel quedó impresionado con su apariencia y estatura. Tenía aspecto de líder. Samuel le pidió al Señor que confirmara su elección, pero se le negó. Se le recordó a Samuel que el Señor no estaba interesado en el aspecto de los hombres, sino en su corazón. Pasaron siete de los hijos de Isaí, y ninguno fue escogido.
Entonces Samuel le preguntó a Isaí: "¿Son éstos todos tus hijos?" Isaí confesó que había otro
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más, uno del que tal vez se avergonzaban un poco, y que habían enviado a apacentar las ovejas. Samuel insistió que lo trajeran. Cuando llegó David, el Señor habló y diio: "Levántate y úngelo, porque éste es". {Véase 1 Samuel 16:1-12.)
Al analizar esta historia, es evidente que el Señor fácilmente pudo haberle dicho a Samuel desde el principio: "Ve a Belén, a la casa de isaí, y ordena a su hijo menor, David, para que sea mi rey", pero no era ésa la manera del Señor en la antigüedad, como tampoco es hoy. El no revela a sus siervos hoy día quién debe presidir sobre una estaca antes de que ellos vayan a esa estaca, entrevisten a sus líderes, hagan una decisión, y luego pidan la confirmación espiritual de esa decisión.
A medida que vemos surgir el modelo de dirección divina, parece que siempre va acompañado de pruebas de obediencia y fe, y la enseñanza de grandes lecciones.
Al ejército de Israel se le aseguró la victoria en sus batallas contra los habitantes paganos de Canaán, en tanto que guardaran sus convenios con exactitud. Un mandamiento fundamental era que no tomaran los despojos de la batalla, enfatizando que la victoria le pertenecía sólo a Dios. Cuando sufrieron una humillante derrota en su batalla contra la ciudad-estado de Hai, Josué rasgó sus vestidos y se postró afligido delante del arca del convenio, implorando una explicación del Señor: "¡Ah, Señor Jehová! ¿Por qué hiciste pasar a este pueblo el Jordán, para entregarnos en las manos de los amorreos, para que nos destruyan? ¡Ojalá nos hubiéramos quedado al otro lado del Jordán! ¡Ay, Señor! ¿qué diré, ya que Israel ha vuelto la espalda delante de sus enemigos? Porque los cananeos y todos los moradores de la tierra oirán, y nos rodearán, y borrarán nuestro nombre de sobre la Tierra; y entonces, ¿qué harás tú a tu gran nombre?
Y Jehová dijo a Josué: Levántate...Israel ha pecado, y aun han quebrantado mi pacto que yo les mandé; y también han tomado del anatema, y hasta han hurtado, han mentido, y aun lo han guardado entre sus enseres. Por esto los hijos de Israel no podrán hace frente a sus enemigos, sino que delante de sus enemigos volverán la espalda, por cuanto han venido a ser anatema; ni estaré más con vosotros, si no destruyereis el anatema de en medio de vosotros."
Entonces se le mandó a Josué que por la mañana pasara delante de él cada una de las doce tribus, y se le manifestaría a qué tribu pertenecía el violador del convenio. Entonces esa tribu pasaría ante él, familia por familia, para que fuera identificada la familia del culpable. Después, pasaría la familia del culpable por grupos para que fuera identificado el grupo Y por último, el grupo debía pasar ante él, varón por varón, para que pudiera hallarse al transgresor.
El proceso fue dramático; involucraba a todo Israel —cada hombre, mujer y niño— e indudablemente pasaron varias horas antes de que se identificara al hombre: Acán. Se le pidió que confesara, y lo hizo. Entregó los tesoros escondidos, mientras todo Israel presenciaba su vergüenza. Por mandato del Señor, fueron destruidos Acán, su familia y todo lo que poseían. (Véase Josué 7.)
Si reflexionamos en esta historia, nos daremos cuenta de que hubiera sido algo sencillo para el Señor revelarle a Josué la perfidia de Acán, aun antes de que las tropas fueran derrotadas en Hai, y no hubiera habido necesidad de que todo el pueblo de Israel pasara delante del profeta. Mas si se hubiera hecho así, se hubiera desperdiciado la oportunidad para dejar una gran enseñanza, y darle a todo Israel una importante lección. Josué, quien tenía suficiente fe y poder en el sacerdocio para dividir las aguas del Jordán, para que todo israel pudiera pasar por sobre tierra seca; y quien podía hacer que el sol y la luna se detuvieran a una orden suya, también necesitó hacer un esfuerzo en las cosas del espíritu, y adquirir el conocimiento de !a voluntad del Señor "línea por línea".
Tal vez no ha habido una conversión a! evangelio más conmovedora que !a de Pablo. Siendo un orgulloso y estricto fariseo, vino a ser un fanático perseguidor de los cristianos. Yendo por el camino a Damasco, donde buscaría a ios seguidores de Cristo para traerlos presos a Jerusalén, vio una luz y oyó una voz de! cielo. En medio de la luz oyó la voz que le decía: "Saulo, Saulo, ¿por qué me persigues?" Temblando, Pablo (entonces Saulo) preguntó: "Señor, qué quieres que yo haga?" Se le mandó que entrara en la ciudad de Damasco, donde recibiría la voluntad del Señor concerniente a él. Una vez más
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vemos el mismo modelo. No se le dieron instrucciones completas, sino una guía: Entra a !a ciudad y se te dirá más.
Cegado por la visión, tuvo que ser conducido por sus compañeros hasta la ciudad. Allí estuvo, en tinieblas por tres días, sin comer ni beber, esforzándose en oración mientras trataba de corregir el curso de su vida y recibir las instrucciones prometidas por el Señor. El Señor le mandó a Ananías, el líder local de la Iglesia, y que sin duda estaba en la lista de los que Pablo quería arrestar. Llegó hasta donde estaba Pablo, lo sanó de su ceguera, le predicó los principios básicos del evangelio, y luego lo bautizó y le confirió el don del Espíritu Santo. Después, Pablo estuvo "por algunos días" con los discípulos de Damasco, aprendiendo los principios del reino en preparación para el gran ministerio al que sería llamado. (Véase Hechos 9:3-19.)
Aun cuando fue una experiencia milagrosa la que Pablo tuvo camino a Damasco, cuando vio una luz y oyó la voz del Señor, eso no le otorgó la remisión de sus pecados; no le dio el don del Espíritu Santo, o el conocimiento de los principios salvadores del evangelio; ni le confirió el llamamiento de servir en la Iglesia y reino de Dios. Todas esas bendiciones serían suyas, pero cuando las recibió, las recibió de manos de sus líderes del sacerdocio. Pablo tuvo una experiencia maravillosa que lo puso en la senda, y caminando por ella llegaría a tener un gran conocimiento y poder de Dios, y finalmente, la vida eterna, Pero Pablo, como todos los hombres, tenía que caminar por esa senda paso a paso, aprendiendo primeramente la gran importancia que sus líderes de! sacerdocio tenían como fuente de respuestas a su pregunta: "¿Qué quieres que yo haga?"
Una historia gemela a la de la conversión de Pablo es la del bautismo de Cornelio, el centurión gentil. Se describe a Comelio como un hombre piadoso y temeroso de Dios. Daba liberalmente a los pobres y era respetado entre los judíos como un hombre justo, cosa que no se podía decir de muchos soldados romanos. Presidía en justicia sobre su casa, y oraba continuamente. Una tarde, mientras estaba orando, se le apareció un ángel de Dios, y habiéndole por su nombre, le dijo: "Tus oraciones y tus limosnas han subido para memoria delante de Dios. Envía, pues, ahora hombres a Jope, y haz venir a Simón, el que tiene por sobrenombre Pedro...él te dirá lo que es necesario que hagas." (Véase Hechos 10:1-6.)
A Cornelio se le mandó buscar la respuesta a sus preguntas sobre lo que debía hacer por medio del hombre que el Señor había llamado para estar a la cabeza de su Iglesia y ser su portavoz ante todo el mundo en esa época.
El común denominador de todas nuestras historias se hace más evidente. Por supuesto que el Señor podía responder las preguntas de Cornelio, igual que el ángel que le trajo el mensaje, pero no es ése el modelo ni la manera del Señor. El había establecido su reino, y había nombrado a su vocero. Su propósito no era darle a Cornelio una experiencia que lo volviera independiente del profeta, o de la Iglesia, sino llevarlo a ella. De ahí su mandato de dar oído a su portavoz terrenal, porque "él te dirá lo que es necesario que hagas".
En la experiencia de Cornelio podemos encontrar el criterio para juzgar todas las experiencias que afirman tener quienes no forman parte de la Iglesia y reino de Dios. La prueba consiste sencillamente en preguntar: ¿Qué propósito tiene? Si su propósito es encaminar al que la recibió a prestar oído al profeta del Señor, y buscar su consejo y autoridad y una bendición de su mano, entonces viene de Dios. De lo contrario, si su propósito es ponerlo en posición de rechazar a los profetas del Señor, alegando que él es especial por haber recibido alguna experiencia sobrenatural, entonces no viene de Dios.
Para concluir nuestra historia, Cornelio mandó traer a Pedro, y Pedro vino. Cornelio reunió a su familia y amigos con él, invitándolos a escuchar el mensaje de Pedro. El Espíritu se manifestó en gran abundancia. "El Espíritu Santo cayó sobre todos los que oían el discurso", y hablaron en lenguas, y siguiendo las instrucciones de Pedro, se bautizaron. (Véase Hechos 10:44-48.)
De los casos que hemos estudiado en las Escrituras, aprendemos que la revelación va precedida
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de trabajo, fe, obediencia y un propósito justificado. Aprendemos que viene a través del orden establecido y que el Señor nunca ha dicho que alguien se salvará independientemente de ese orden. Aprendemos que El muestra un gran respeto por sus líderes del sacerdocio, y espera que hagamos lo mismo. Ellos son la base a la que hemos de dirigirnos para saber el curso que debemos seguir.
Hemos visto que la revelación viene poco a poco, y que, como todo conocimiento, se nos da de acuerdo con nuestra preparación. Aprendemos solamente en relación a lo que sabemos. Mientras más sabemos, mayor es nuestra capacidad para aprender. Así es que vemos al Divino Maestro revelando o racionando la luz del cielo de acuerdo con nuestro nivel de madurez espiritual. Casi siempre el proceso es callado, natural y gradual. Las respuestas llegan conforme nos preparamos para ellas. Los principios se enseñan "línea por línea" para que podamos aceptarlos según nuestra capacidad. A los preceptos siguen los preceptos, y nuestra fe es recompensada "un poco aquí y un poco allí".

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